- Es ese instante dulce de la tarde que el cielo se viste de mate y gris,
- desde que el sol se pone hasta entre dos luces, cuando me luce salir a mí .
- Y verles en las ramas de ese árbol raro de plástico-aluminio sin definir
- decir desde su bosque, sobre el tejado, como fue el día y que dio de sí.
- Esa es la hora maga en que ven los mirlos,
- sin pelos en el pico y sin confusión,
- debajo de su traje naranja y negro
- que sigue vivo y tierno su corazón.
- Ese es su momento de confidencias;
- de hablar consigo mismo y tal vez con Dios,
- sin ruidos ni testigos, sin apariencias,
- sin prisa ni exigencias y sin guión.
- Suspenso en relaciones con otras aves
- que vuelan en el mismo cielo que yo;
- me sobra grano y agua y me falta coraje,
- tira la carne y no afloja la razón.
- Examen de conciencia entre dos luces,
- parte de guerra del día de hoy;
- detalle de miserias y contradicciones
- siempre buscando saber quién soy.
- Aprendí de ese pájaro negro y astuto
- a desnudar el alma cada atardecer
- y a ver entre dos luces, en unos minutos,
- que nada es lo que parece ser.
- Sin mirar sé que no queda nadie arriba, los mirlos se marchan pronto
- a dormir. Mañana, entre dos luces, llegará el alba y habrá otro instante
- dulce, mate y gris.
Junio 2004.